miércoles, 1 de abril de 2009




DIVERSIDAD CULTURAL






La diversidad cultural refleja la multiplicidad e interacción de las culturas que coexisten en el mundo y que, por ende, forman parte del patrimonio común de la humanidad. Implica, por un lado, la preservación y promoción de culturas existentes y, por otro, la apertura a otras culturas.
La Declaración universal sobre la diversidad cultural, adoptada por Unesco en noviembre de 2001, se refiere a la diversidad cultural en una amplia variedad de contextos y el proyecto de Convención sobre la Diversidad Cultural elaborado por la Red Internacional dePolíticas Culturales prevé la cooperación entre las partes en un número de esos asuntos.
Convenciones sobre la diversidad cultural
La convención reafirmaría el derecho de los Estados de tomar medidas para preservar y promover la diversidad cultural, servir de base para una mayor cooperación internacional en el ejercicio de ese derecho y, mediante la creación de obligaciones entre signatarios, aumentar la transparencia de las políticas culturales, sus objetivos y su desarrollo.
La convención serviría asimismo de punto de referencia para otras organizaciones internacionales, entre ellas las que se ocupan de negociaciones de comercio internacional. Pondría de relieve la necesidad de los gobiernos de disponer de margen normativo para preservar y promover la diversidad cultural mediante el establecimiento de derechos y obligaciones, con disposiciones obligatorias sobre medidas relativas a la creación, producción, distribución, comunicación, exhibición y venta de contenido cultural. De ese modo, contribuiría a la coherencia entre los objetivos de preservar y promover la diversidad cultural y los procesos de liberalización del comercio que están en curso.
La convención vendría a colmar el vacío que existe actualmente, desde el punto de vista de la diversidad cultural, en la gobernanza internacional relativa a la cooperación y a los derechos y obligaciones en materia de políticas culturales internacionales. Ayudaría asimismo a los países a retener la capacidad de promover políticas culturales necesarias en otros foros internacionales, en particular en acuerdos comerciales.
La UNESCO como elaborador
Por la antigüedad de su mandato cultural, sus competencias en materia de diversidad cultural y su carácter universal, la UNESCO es la institución apropiada para elaborar un marco internacional de políticas culturales.



El marco de una convención de la UNESCO serviría de punto de referencia en la OMC y otros foros internacionales para fortalecer la capacidad del sistema internacional en su conjunto de dar coherencia a objetivos de política pública distintos pero interconectados.
Requerimientos de tratos especiales
Actualmente es de reconocimiento general que la diversidad cultural forma parte del patrimonio común de la humanidad, y que la producción y disponibilidad de una diversidad de bienes y servicios culturales procedentes de fuentes nacionales y extranjeras introducen externalidades positivas, es decir, ventajas sociales y culturales que superan el valor puramente comercial de esos bienes y servicios. Por esa razón, en la Declaración universal de la UNESCO sobre la diversidad cultural, por ejemplo, se reconoce que los bienes y servicios culturales no deben tratarse simplemente como productos básicos o bienes de consumo.
Los ministros que participan en los debates de la RIPC han estudiado las formas en que la diversidad cultural contribuye a la cohesión social, la vitalidad de la democracia y la identidad de los pueblos, todos ellos componentes esenciales del desarrollo social y económico.
Por consiguiente, los gobiernos deben fomentar que haya una amplia disponibilidad de contenido cultural variado. Un marco internacional eficaz aseguraría que sus obligaciones y derechos en virtud de acuerdos internacionales den cabida y apoyo a su capacidad para materializar en el ámbito nacional los beneficios de la diversidad cultural.






IDENTIDAD PERSONAL

El proceso de convertirse en persona, es la tarea a la cual todos los seres humanos, hombres y mujeres, estamos enfrentados. Es en base a nuestras experiencias de vida que vamos forjando nuestra identidad personal, la que, en términos muy simples, se puede definir como “las ideas que tenemos acerca de cómo somos y cómo nos ve el mundo”.

En la construcción de nuestra identidad personal, podemos decir que es la adolescencia cuando surgen las primeras respuestas tentativas a la pregunta de ¿quién soy yo?, respuestas que vamos a estar revisando y actualizando por el resto de nuestras vidas. La identidad personal es un proceso que comienza a esbozarse en la infancia y se construye a lo largo de la vida.

En la infancia la actitud de nuestros padres y/o de los adultos significativos que nos rodean, juega un papel muy importante en cómo nos percibimos a nosotros mismos. Así, un niño que ha sido elogiado y estimulado y que siente el apoyo y aprobación de sus padres y otros adultos importantes para él/ella, va a tener mayores probabilidades de sentirse bien consigo mismo, de valorarse como persona y desarrollar confianza en su capacidad de tener éxito, que un niño(a) cuyo estilo de crianza se haya caracterizado por la crítica permanente y el castigo excesivo.

En el pasado, con mayor frecuencia que en la actualidad, la tendencia en la educación, tanto en la familia como en la escuela, solía acentuar más la corrección y castigo de lo negativo que el reforzamiento y promoción de los aspectos positivos de los niños. Dichos aspectos positivos no se destacaban por cuanto se consideraba que, al realizar bien lo que se esperaba de ellos, el niño sólo cumplía con su deber. Si un niño ha estado sometido a este tipo de educación, lo más probable es que aprenda a ver sólo los aspectos negativos de su personalidad (los defectos) y no va a ser fácil que descubra sus aspectos positivos (sus virtudes) y desarrolle confianza en sí mismo. Lo cierto es que los seres humanos tenemos virtudes y defectos, y aprendemos a vernos y a conocernos a través de los ojos de nuestros padres en primera instancia, y luego a través de nuestra interacción con las personas que nos rodean. Es indudable que todos, o casi todos, podemos recordar alguna experiencia de castigo como forma de sanción por no haber cumplido alguna norma: sin embargo, el ideal es que el castigo y la crítica constante no hayan sido la nota predominante que marcó nuestra infancia .

En la actualidad, la investigación es psicología señala que los seres humanos necesitamos del elogio sincero, de sentirnos queridos y aceptados por los demás para facilitar el desarrollo de la confianza en nosotros mismos.

Los padres juegan un rol importante como los primeros modelos de personas que tenemos. En gran medida los seres humanos aprendemos a desempeñar los roles de hombre, mujer, de esposa y esposo, de padre y madre, que configuran aspectos de lo que será nuestra identidad como adultos, a través de las experiencias con nuestros propios padres. Ellos nos sirven de modelos: Los niños aprenden muchas cosas por imitación y esto se ve muy claramente reflejado en los juegos infantiles, como, por ejemplo, jugar a ser el papá y la mamá.

En la infancia, por lo general, hay de parte de los niños una actitud de admiración hacia los padres; a los ojos de los hijos, los padres son “infalibles” y “perfectos”. Llegada la adolescencia, los padres adquieren para ellos características más humanas, y a veces, más que modelos, se convierten en “antimodelos”. Así, no es raro oír decir a un adolescente que está molesto: “cuando yo tenga hijos, nunca me voy a comportar como mi papá (mamá)”.

Sin embargo, con respecto a esto último, no debe pensarse que la época de la adolescencia tiene que ser necesariamente conflictiva e ingrata para padres e hijos: si bien un mayor nivel de conflictos entre ellos, sólo una minoría de las familias con adolescentes experimentan un mercado deterioro de las relaciones padres-hijos 3. Muchos de los conflictos que surgen tienen su raíz en el desafío adolescente de construir su identidad y lograr independencia. En esta etapa, la mayor parte de los conflictos con los padres se deben a la forma de vestir de los jóvenes, permisos, salidas y pololeos, notas escolares y manejo del tiempo libre. No obstante es importante tener presente que esos conflictos que surgen en esta etapa no deberían ser causa de deterioro del vínculo afectivo entre padres e hijos, si se mantiene una sana comunicación que permita resolver los problemas que se van presentando en la vida cotidiana: es decir, si los conflictos son bien abordados, pueden contribuir de manera positiva al desarrollo de una relación más madura y profunda entre padres e hijos.

Una estrategia que ayuda a resolver los conflictos que se presentan en la vida familiar, es que tanto padres como hijos desarrollen la habilidad de “ponerse en el lugar del otro”. Para los padres, es importante no olvidar sus experiencias de vida como hijos, cuando eran niños y adolescentes: ello facilita el contacto con sus hijos. Asimismo, es importante que los adolescentes tengan acceso a conocer la vida de sus padres cuando ellos fueron niños y jóvenes, para que, comprendiendo su historia, lo entiendan mejor en su rol de padres. Para los hijos es importante conocer y tener presente los sentimientos de los padres. Muchos hijos no se dan cuenta que detrás de los conflictos por permisos está la preocupación de los padres por su seguridad personal y bienestar, y no un afán de control. Por tanto, es importante que padres e hijos comuniquen lo que sienten y lo que piensan, e un ambiente de afecto y respeto mutuo.